martes, 20 de enero de 2015

Frikilandia

Había una vez.... así empezaban todos los cuentos antes, no?? pues eso...

Había una vez una pobre chiquita que se halló sin saber cómo en un mundo dominado por las máquinas y donde los seres humanos habían perdido todo el control sobre sus relaciones sociales, de hecho no las tenían. Esos "seres humanos" sólo vivían para trabajar frente a la pantalla de esa máquina maligna con un teclado asociado. Dichos seres no perdían el tiempo intentando saber qué pasaba a su alrededor, ni si quiera veían si alrededor había más seres, sólo se concentraban en la pantalla que absorbía toda su energía.

Al principio eran seres humanos y alegres que hablaban, sonreían, buscaban pequeñas distracciones para no perder el lado humano al vivir tan cerca de esas máquinas... pero cuando la oscuridad empezó a asomar, cual gnomos se fueron escondiendo detrás de sus pantallas para no llamar la atención, para que ningún ojo recayese en su presencia. Y poco a poco, con el paso del tiempo, fueron encorvándose y se vieron dominados por ese temor a ser vistos, ese temor a que los malos se percatasen de su existencia y les pusieran bajo su lupa. Poco a poco cada uno se fue aislando en su mundo, perdiendo el contacto con los de alrededor, deshumanizándose.

Y los caminos de la vida (o la mala leche) hicieron que esa chiquita, que nada tenía que ver con sus mundos, cayese en medio de toda esa muchedumbre rodeada de luces y cables artificiales, aislada del bello mundo que la rodeaba. Cada día que pasaba la costaba más ver a través de alguna ventana el mundo exterior, ese que despertaba sus ilusiones, sus sueños, sus ganas de seguir cambiando y avanzando... porque las ventanas iban siendo tapiadas por la oscuridad, que perdía fuerza con el avance de a luz, pero la chiquita se negaba a renunciar a la vida, a venderla por dos pesetas y una taza de café. Asique sólo se la ocurrió que los cambios debían verse poco al principio, empezó incluyendo plantas en ese entorno artificial... y las plantas crecían, y el color verde iba tapando ese gris mugriento que todo lo acaparaba. La vida empezó a resurgir, pero eran pocos los que aceptaban el cambio, la mayoría acababan desapareciendo del lugar, sólo quedaban perennes esos cuerpos encorvados y tristes, esas miradas lúgubres y robóticas.

Pero la chiquita no perdía la esperanza de que sangre nueva pudiera entrar, sangre pura sin corromper, con ilusiones por alcanzar, con sangre y no horchata corriendo por las venas... y que el contagio hiciera el resto, cuando uno mas uno hacen dos es muchos más fácil llegar al seis. De momento la chiquita esperará, esperando ver el despertar, hasta que ese tiempo acabe y se vaya con sus plantas a otro lugar.

Y colorín colorado, ese mundo es mi curro, y este cuento se ha acabado.



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