lunes, 5 de marzo de 2012

Encontrarnos

A veces cuando vengo por la mañana en el metro me pregunto cuándo empezó todo este borreguismo.. y no hablo de la falta de educación ni nada por el estilo, sino de vagar como entes sin cerebro hacia un destino que nos han dicho que ha de existir, que hemos de acatar: el trabajo.
Pero yo no creo que tenga que ser así ni que haya sido siempre así. Lo que entiendo todavía menos es qué tenía en la cabeza la primera persona que pensó que el imperialismo era una buena idea. Seguro que hasta a esa persona le salió el tiro por la culata.
Y para más inri, ahora mismo me estoy leyendo un libro de lo más curioso: 1984. Libro extraño donde los haya, narra una historia que inevitablemente atrae tu atención ya sea a través de la curiosidad, el miedo, el odio.. seguro que es una historia muy distinta según en qué manos caiga. Porque se puede ver el reflejo en nuestros días perfectamente. Claro que no voy a destripar el libro, pero viene tan a tono de lo que estoy intentando expresar que no puedo obviarlo.
Lo único que tengo claro es que ese movimiento masivo sin decisión a mi me frustra, no dejo de pensar en cómo evitarlo, cómo cambiar de vida hacia algo que realmente me llene, que me ilusione con cada cosa que haga. Y no se trata de que esté a disgusto en mi trabajo ni mucho menos, pero no me vale el "por defecto". Me he dado cuenta de que suelen repetirse en mi unos patrones muy claros: nunca duro más de un año en un trabajo. ¿y por qué? cada vez está más claro: porque la ilusión inicial que siento y alimento se va consumiendo cuando me empiezo a dedicar a tareas repetitivas, cuando me voy dando cuenta de que me sigue importando, y mucho, el fin de lo que hago, el para qué. Imagino que las personas que sólo buscan carrera profesional o algo estable serán muy felices en este mundo empresarial, serán felices con esa rutina fantasmagórica en el metro, evitando pensar si les llena o si no, sólo conformándose con saber o creer que es así, que esa es la manera que nos enseñaron.

Y cuando estoy en medio de estos pensamientos que interrumpen mi lectura, siempre tengo un pequeño rayo de luz que hace que cada día siga creciendo la ilusión en mi: ese gesto amable para poder bajar del vagón, esa mirada cálida de a quién le dejas un sitio en la lata d sardinas, ese niño ausente a todo ese mundo que disfruta del vaivén del recorrido, esos músicos que desde horas tan tempranas evocan mis recuerdos y me dibujan una sonrisa... hay demasiadas cosas positivas a mi alrededor, muchas cosas por disfrutar, y todo ello realimenta mis ganas de cambiar parte de mi vida, pero no desde la ira, sino desde las ganas de seguir compartiendo una sonrisa.




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